La guerra de Ucrania, el calentamiento global, los precios por las nubes, las DANAs, la violencia, las tensiones políticas… Desayunar con este cóctel de malas noticias es, por lo pronto, infame, por lo que nuestra primera reacción es cambiar de dial, apagar la tele o tirar el periódico.
Según el último informe del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo, un 36% de los encuestados no quiere leer ni ver noticias para evitar el efecto negativo que provocan en su estado de ánimo. Pero hay más: un 29% dice que le abruma la gran cantidad de noticias y a un 43% le agota su carácter reiterativo (una y otra vez). Además, de la investigación se extrae que casi un tercio considera que la información está sesgada; en un 17% provoca discusiones que preferiría eludir y a un 16% le genera impotencia.
En España, tres de cada diez personas evita consumir noticias y muchas tienen la sensación de no tener escapatoria.
LA EVASIÓN, UNA PRÁCTICA AL ALZA
Expertos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) analizan este informe. Mireia Cabero, profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, por ejemplo, opina que «la evasión selectiva de las noticias es una tendencia social al alza. Las noticias negativas son estímulos para el cerebro emocional, que los interpreta y los gestiona bien o mal, según los recursos, los aprendizajes y los hábitos emocionales de cada uno», explica.
Por otro lado, Sílvia Martínez, profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación, añade que «ante una representación totalmente negativa de la realidad, una persona puede tener la sensación de que no hay escapatoria, de que no merece la pena esforzarse. Hace que se desvanezca la sensación de poder ser útil y aporta una percepción de falta de esperanza, sin soluciones ni aspectos positivos. El impacto de este tipo de mensajes depende de muchos factores, entre ellos la exposición o la experiencia y las vivencias personales».
¿POR QUÉ TENDEMOS A MIRAR PARA OTRO LADO?
La investigación de Reuters está enfocada al rol que cumplen los medios y el periodismo. Pero en el otro lado de la moneda, están los sentimientos de las personas. Para llevar el tema a nuestra vida cotidiana, hemos consultado al psicólogo sanitario José Elías acerca de por qué nos evadimos. «La evasión es la forma de huir de la realidad que tenemos o de no ajustarnos a ella. Esto impide que aprendamos y aceptemos a las personas que piensan de manera distinta. Siempre digo que en lo diferente es donde está la inteligencia; en lo común es donde no encontramos nada, sino que reforzamos nuestra forma de ser y estar».
Queremos escapar de ese escenario lleno de malas noticias porque no nos gusta movernos de nuestra zona de confort. El experto sostiene que «la ciencia ha descubierto que nuestro psiquismo es conservador, que no le gusta salir de ese espacio cómodo, que minimiza lo que le disgusta y maximiza aquello que va en su línea. Buscamos más de lo mismo para no enfrentarnos a un cambio. ¿Que por qué tememos al cambio? Porque nos hace adoptar nuevas formas de actuar y pensar. Nadie quiere lo diferente porque eso le obliga a poner en marcha mecanismos internos de aprendizaje y esto parece que aún nos molesta».
LA CRISPACIÓN SUBE COMO LA ESPUMA
Entonces, ¿pasamos de todo? «La crispación nos impide acercarnos al otro. Es más fácil huir o no aceptar las situaciones, que trabajar por entender y adaptarnos a lo diferente. Solemos buscar aquello que nos refuerce lo que creemos, hacemos o tenemos.»
Pero, en general, el entorno no nos lo pone fácil. «Nos están enseñando desde muchos puntos sociales, que en la política, las redes sociales o los medios, por ejemplo, hay que provocar, desahogarse, atacar y esparcir odio. En los debates, en vez de hablar de ideas globales, se descalifica al otro de manera personal. Esta polarización solo genera intolerancia hacia el otro», afirma el psicólogo, quien trata de desterrar la idea de que el otro es un enemigo, «cuando realmente solo es una persona que piensa distinto a ti y cuya su opinión es tan respetable como la tuya. Nos falta empatía».
EVADIRNOS TAMBIÉN TIENE SUS CONSECUENCIAS
En un principio, huir de la realidad aligera la carga y aparentemente aliviamos esa ansiedad inicial. Pero este espejismo se desvanece rápidamente, porque los problemas y conflictos siguen estando ahí, donde los hemos dejado. «Tras esa tranquilidad inicial, con el tiempo va acumulándose gran cantidad de estrés, ya que, a largo plazo, querrás explotar. Cuando vamos siempre crispados, al final saltamos, de una forma u otra, y de manera incontrolada. No es nuestra conciencia la que está trabajando, es nuestro psiquismo interno el que va a explotar».
Según el psicólogo, «el estrés y la crispación nos quitan la armonía individual». Hay que tener en cuenta que, si estás sumida en esa crispación o descontento, «lo único que vas a generar es una forma más personalista de ver el mundo y fijarte solo en quien piensa como tú. La crispación te conducirá al estrés y con él dominando tu vida no podrás tener una convivencia tranquila desde la diferencia para sumar ideas y conseguir el objetivo global y no solo personal».
LA PERSONALIDAD TAMBIÉN MARCA UNA TENDENCIA A LA EVASIÓN
Si bien todos podemos saturarnos con la tensión de nuestra actualidad, hay personas que lo hacen más. «Aquellas a las que su personalidad no les permite recibir noticias diferentes a su pensamiento tienden a evadirse y meterse en su burbuja para no sentirse atacadas. Hay quien no puede hablar de lo diferente porque le genera estrés, tensión y malestar».
Además de las personas especialmente reactivas a opiniones contrarias a la suya, el psicólogo menciona a quienes son más tímidos o retraídos. «No se expresan o tienen problema de soltar lo que sienten. Lo peor es guardárselo y tenerlo ahí, porque luego explotamos en el peor momento y con la persona que, seguramente, nada tiene que ver con el origen del enfado».
DE CAMINO A UN MUNDO CON FUGA INCLUIDA
Lamentablemente, el experto considera que vamos directo hacia allí, a un mundo en el que evadirnos de la política, de las noticias, de la realidad es un hecho. «En los debates, la dinámica de hablar con ataques personales genera en algunas personas una sensación de crispación, mentiras que moviliza a otras a abandonar la política». En este punto, el especialista ha querido detenerse: «nos encaminamos hacia un mundo más individualista, en el que cada uno intenta conseguir lo suyo, al son de un ‘sálvese quien pueda’. Hoy en día, nadie se pone en la piel de la otra persona, que sería lo que tendríamos que buscar. Esto nos hace más radicales frente a quien piensa diferente a nosotros».
ENTONCES, CÓMO PODEMOS ENFRENTARNOS AL CONFLICTO
El experto nos da algunas pautas de qué podemos hacer para plantar cara a la realidad y evitar mirar para otro lado.
- Aprender a empatizar. En general, ser más empática con quien es diferente a nosotras, nos permitirá conseguir acercarnos más y mejor al otro. «No se trata de cambiar su forma de ser, sino que de ceder para conseguir una idea común que nos lleve al equilibrio. Si cede uno solo, mal vamos. Necesitamos ser empáticos y no ver al otro como enemigo».
- Ampliar la mirada. Ver nuevas actitudes y nuevas formas de pensar e integrar las buenas ideas de quien es diferente a nosotros.
- Pensar globalmente. Proyectarnos en lo colectivo, dejar de pensar solo en lo que nos afecta a nosotros. «Nos daremos cuenta de que es más fácil conseguir el objetivo en grupo que individualmente».
- Agradecer. Reconocer cuando somos privilegiados y alegrarnos con lo bueno que nos pasa, y con que vivimos en democracia y en paz.
- Escuchar al otro con respeto. «A menudo, no escuchamos. En una conversación, lo ideal es que una lance una teoría o pregunta, el otro reflexiona y contesta. Pero habitualmente no seguimos estos pasos. Es típico que alguien te diga ‘a propósito de lo que cuentas…’ y sigue con cualquier retahíla que no tenía nada que ver con lo que habías dicho tú». Eso no es escuchar; es solo escucharse.
- Contemplar que hay días malos. Todos tenemos momentos menos halagüeños. «Lo importante es no decaer, sino que plantearse la posibilidad, aunque solo sea a nivel mental, de que lo malo va a pasar. Por ejemplo, si estás haciendo tus finanzas y ves que no te salen los números, ten paciencia porque eso seguro que es temporal».
- Relativizar. Elías recuerda un estudio de la Universidad de Toronto, que relaciona el consumo constante de información política con más estrés y menos bienestar emocional, y señala que «para eliminar el estrés es crucial desvincularse de las noticias alarmantes y negativas de última hora. Aprende a medir la cantidad».
- Ser realista. En lugar de huir, ¿qué tal si haces frente a esa situación complicada? «Muchas veces, en consulta, me dicen ‘pienso positivamente’, y pregunto: ¿y actúas positivamente? No hay que ser positivo, hay que ser proactivo. Pensar bien y actuar mejor», recomienda el psicólogo.
- Educar con resiliencia. «Le hemos dado todo a nuestros hijos, no hemos querido que sufran, creando una sociedad de ‘hipohijos’, que se adaptan con dificultad al entorno. Hoy en día, hay más habilidades que podemos poner en marcha para vivir momentos que no son tan buenos, y los que son buenos, disfrutarlos. Cada vez tenemos que reforzar más para que los niños tengan una mejor situación a nivel mental y emocional», concluye el psicólogo.